La desmesurada compra de electrodomésticos en los hogares pone en jaque la capacidad de suministro eléctrico en el futuro

FERNANDO PESCADOR CORRESPONSAL. BRUSELAS


El número de usuarios de ordenador superará en 2010 la barrera simbólica de los mil millones.

La humanidad vive pendiente de un hilo. No es que cuelgue de él, sino que debe extremar el tiento para que no se le enrede con los pies y termine dándose de bruces. Los cargadores de teléfonos portátiles, los cables del ordenador, el hilo de los altavoces surround, el enchufe del descodificador, el del ampli, la televisión de la habitación... forman un ovillo compacto que se ha instalado en los hábitos de la civilización moderna y que amenaza con estrangularla: un informe que acaba de hacer pública la Agencia Internacional de la Energía ('Gadgets and Gigawats.- Policies for Energy Efficient Electronics'), asegura que los consumos planetarios de energía por dispositivos electrónicos domésticos van a crecer tanto de aquí a 2030 como toda la electricidad que gastan actualmente los hogares de los Estados Unidos y Japón juntos. Una minucia.
En los años 60, algunos fabricantes de electrodomésticos intentaban imaginarse el futuro y soñaban casas completamente equipadas (por ellos), con un aparato de TV en el salón, una cocina surtida de su correspondiente horno y placas eléctricas, frigorífico, lavadora y lavavajillas y, quizás, un pequeño frigider en el salón para no tener que desplazarse hasta el otro cuando el partido, o la peli, estuvieran en su momento culminante.
Aquellas visiones se quedaron cortas. Hoy no es privilegio exclusivo de los hogares tejanos tener una televisión plana en el salón y quizás otra, la vieja, en la cocina o en un dormitorio, que no se usa gran cosa pero que está allí. Y también uno o dos lectores de DVD (el viejo y el de alta definición) uno de ellos, además, con posibilidad de grabar, y el viejo VHS y el descodificador del cable, y el amplificador conectado a la TV con su correspondiente juego de altavoces 5-1 o 7-1 y el lector de CD y la base para el iPod que también está colgada de la red y la consola de juegos de los críos. Pues eso, nueve cacharros sólo en una esquina del salón, chupando electricidad constantemente.
«El incremento del consumo por parte de pequeños aparatos eléctricos y electrónicos ha sido el más rápido de todas las categorías de dispositivos estos últimos cinco años, tanto en los países miembros de la OCDE como entre los que no lo son», afirma, categórico, 'Gadgets and Gigawats', que cifra en un 15% la participación de estos aparatos en el total de consumos domésticos de electricidad. Y es verdad que se han logrado ahorros energéticos, «pero, a la postre, esas economías de energía se han visto anuladas por la demanda de equipos que ofrecen funciones más avanzadas, o son más grandes o más potentes y que, por lo tanto, usan más electricidad».
Las televisiones, por ejemplo. Hasta hace apenas dos décadas, los aparatos disponibles en el mercado utilizaban, en sustancia, una tecnología, la del tubo de rayos catódicos, que había sido descubierta en 1890 y que comenzó a ser aplicada a la televisión en blanco y negro a finales de la década de los 30. Pero en los 90 llegaron las teles planas, de plasma o de cristal líquido (LCD), y la escena cambió radicalmente. Las nuevas tecnologías hicieron posibles televisores más grandes, y a mayor tamaño, más consumo. En el mundo había, a finales de 2005, unos 1.900 millones de televisores, a razón de 1,3 por vivienda, pero la cifra va camino de explotar porque, constata la AIE, en los países que no forman parte de la OCDE «las ventas de televisores están creciendo por encima del número de viviendas que acceden a la electricidad», lo que viene a ser del orden del 2 por ciento. Y no es inusual que en los hogares de los países miembros de la OCDE «haya tres aparatos de televisión».
El impacto de estas tendencias en el consumo de electricidad es espectacular: si en 1990 el parque de televisores existente en el planeta drenaba 150 TWh (terawatios/hora) de electricidad, para 2030 la cifra habrá aumentado a 800 TWh. Por esas fechas, en 2030, el consumo doméstico de electricidad debido a dispositivos electrónicos y material informático alcanzará los 1.700 terawatios/hora, lo que implicará un aumento de generación de electricidad de 280 gigawatios, 311 centrales como la frustrada de Lemoiz, por utilizar una referencia reconocible. Y la factura añadida por el costo de la luz ascenderá a 200.000 millones de dólares.
Hay otros mercados de electrónica de consumo que crecen casi exponencialmente. El de los ordenadores, por ejemplo. A pesar de ciertas predicciones de comienzos de esta década, según las cuales el mercado de estos productos caería, una vez alcanzara la saturación, lo cierto es que las ventas continúan progresando a pasos agigantados. Y se ha predicho que antes de 2010 el número de personas que utilizan un ordenador rebasará la frontera simbólica de los 1.000 millones.
Los ordenadores -y algunas televisiones también-, permiten el acceso a Internet y, por él, a servicios multimedia de todo género. La radio, por ejemplo. Hay gente que oye la radio digital por el televisor. En el Reino Unido, por ejemplo, es bastante frecuente. Allí se han llevado a cabo estudios que demuestran que esa práctica moderna supone un consumo diez veces superior al que se registraría si la emisora fuera escuchada a través de una radio digital. Y ello aunque el televisor no ofrezca ninguna imagen.
La AIE considera que estas tendencias deben ser controladas para evitar una explosión de consumos energéticos que, muy probablemente, el mundo no puede permitirse. Los ahorros están al alcance de la mano. 'Gadgets and Gigawatts' estima que si el parque de dispositivos electrónicos disponible utilizara las tecnologías más modernas disponibles (que detalla, el informe tiene 426 páginas), la reducción del consumos de los dispositivos domésticos de información, telecomunicaciones e informática se reduciría a la mitad. Y el porcentaje todavía se podría mejorar si se utilizaran las denominadas tecnologías del Least Life-cycle Cost, que calculan el costo final del producto incorporando al precio de compra el de su funcionamiento durante toda la vida útil.
El uso de tecnologías específicas de bajo consumo para este tipo de material daría lugar, además de a «una reducción sustancial en las emisiones de gases de efecto invernadero», a no tener que poner en marcha nuevas instalaciones de generación de electricidad con una potencia de 140 a 260 gigawatios.
Y casi todo ello se va en entretenimiento.

fuente: http://www.elcorreodigital.com

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